Entendemos por viral algo que es compartido por muchas personas y tiene una gran expansión y difusión en muy poco tiempo.
De la viralidad se ha hablado mucho en los últimos años. Hay empresas que la venden y otras que la compran, no sé que es peor. Se dice que nadie te puede garantizar ser viral, que por mucho que te lo vendan las grandes productoras, es muy difícil de conseguir.
Está claro que si eres una gran corporación como Apple o Microsoft lo tienes bastante más fácil gracias a sus evangelizadores o detractores. El problema es que no todos somos Apple, ni tenemos esa viralidad potencial al publicar un nuevo producto o hacer una nueva acción.
Uno de las acciones más frecuentes para fomentar la viralidad es hacer lo prohibido. Tenemos el ejemplo de Madonna, que a sus “veinti-pocos” no se le ocurre otra cosa que enseñar una teta en un lugar donde no es que este muy bien visto (Estambul), y el culo en otro (Roma).
El resultado ha sido el salir en todos los telediarios en horario de prime time a lo largo de toda la semana, periódicos y multitud de conversaciones, casi consigue que no se hable del rescate a España.
Traducido en euros, son unos cuantos millones los que se ha ahorrado la señorita Madonna en cuestión de publicidad.
En este caso está claro que el objetivo se ha cumplido, pero si somos una pequeña empresa y nos decidimos por hacer una práctica de este tipo tendremos que valorar el coste de oportunidad de realizar una acción de estas, es decir, si lo que ganamos con la acción supera en coste a la sanción que nos impondrán.
Al margen de la viralidad, está claro que esta mujer no deja de reinventarse, que es con lo que nos deberíamos de quedar para aplicarlo en este complicado y competido mercado.